Madrid es una de esas ciudades que esconde grandes secretos en cualquiera de sus rincones. Aunque los atascos, la contaminación, las prisas y el ser una persona anónima en un enjambre humano de más de tres millones de personas puede provocar desencanto, no deja de tener sus pequeños resquicios y ser un monumento viviente a la historia de este loco país. En una época donde está de moda por parte de los gobiernos cambiar los nombres de las calles por ser políticamente incorrectas, resisten ciertas placas que nos muestran quiénes somos y de dónde venimos.
Ahí están, en uno de los barrios más caros de la capital del reino, los nombres de tres hombres que produjeron dolor de cabeza a Carlos V; tanto que hasta ellos mismos la perdieron decapitados por sus acciones. Juan Bravo, Juan de Padilla y Maldonado, los comuneros de Castilla, los culpables de una revuelta que pedía que se respetara los derechos del pueblo castellano y se dejaran de lado los intereses del inexperto rey, así como sus actuaciones a favor de su extenso imperio, están presentes con sus nombres para todos aquéllos que estén dispuestos a recordarles.
Ejecución de los comuneros de Castilla
Ejecución de los comuneros de Castilla
Pero por más que te sumerges por Madrid, no encontrarás ninguna placa que conmemore la figura histórica de una mujer sin la cual, muy probablemente, esa rebelión no hubiese tenido tanto éxito y no hubiese pasado a la historia como una de las primeras rebeliones civiles. María Pacheco, hija de un grande de Castilla y casada con Juan de Padilla, resistió gobernando el último reducto comunero durante muchos meses después de que su marido se quedara sin cabeza; dirigió un ejército, lo llegó a pagar con la plata de la catedral mientras la cogía de rodillas, y tuvo que huir con su hija de diez años, escondida, agazapada y disfrazada, hasta su exilio en Oporto para evitar tener el mismo destino que los otros comuneros.
Jamás abandonó sus ideales, y nunca fue perdonada por un rey que llevó a cabo una represión brutal después de sofocar el último bastión comunero. Vivió de la caridad el resto de sus días y orgullosa de todas las actuaciones que había realizado. Carlos I no permitió que sus restos fueran enterrados junto a los de su marido en España, su castigo estuvo vigente hasta para encontrar sepelio.
María se quedó sin su placa en Madrid, pero su memoria sigue viva en muchos pueblos y ciudades de España, recordando quién fue y lo que fue capaz de hacer en una época donde las mujeres teníamos reservada la noble tarea de tener niños y no debían meterse en más asuntos que los domésticos. Bravo por ella.
Si preguntas mi nombre fue María
si mi tierra, Granada; mi apellido
de Pacheco y Mendoza, conocido
el uno y el otro más que el claro día
si mi vida, seguir a mi marido;
mi muerte en la opinión que él sostenía.
España te dirá mi cualidad
que nunca niega España la verdad.
si mi tierra, Granada; mi apellido
de Pacheco y Mendoza, conocido
el uno y el otro más que el claro día
si mi vida, seguir a mi marido;
mi muerte en la opinión que él sostenía.
España te dirá mi cualidad
que nunca niega España la verdad.
3 comentarios:
Toma ya todo lo que se aprende por aquí xD
Un saludo.
Si, yo he aprendido mucho, muy interesante.
A veces creo que Espana tiene problemas para reconocer a sus grandes personajes y personalidades, y para valorarlos como merecen.
Bueno, eso de aprender...
Madrid es una historia viviente de España. Cada calle nos refleja un momento, un personaje, un acontecimiento, la pena es que las prisas y el escaso interés personal por lo nuestro sólo permitan a la gente pararse a ver el VIPS más cercano.
Muchas gracias por vuestros comentarios. Un abrazo a los dos.
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